Ah, el capricho de Cristina. Esa idea brillante de subir en moto al Pico del Buitre, en Arcos de las Salinas. Porque, claro, ¿qué mejor manera de pasar la mañana que enfrentarse a curvas cerradas y pendientes empinadas? Pero, ¡vaya paisajes! No por conocidos dejan de sorprender. Cada curva revelaba una vista más impresionante que la anterior, casi de escándalo.
El almuerzo en La Yesa fue una experiencia culinaria digna de mención. Los bocadillos, exquisitos, pero el servicio… bueno, digamos que si la paciencia es una virtud, salimos de allí como santos.
Después de reponer fuerzas, nos dirigimos a Arcos de las Salinas para cumplir con el capricho de Cristina. La subida al Pico del Buitre fue todo un desafío, pero las vistas desde la cima fueron espectaculares. Un panorama que quita el aliento y hace que todo el esfuerzo valga la pena.
Y así, con el capricho cumplido y el espíritu aventurero satisfecho, emprendimos el camino de regreso a casa. Una jornada memorable, llena de risas, paisajes de ensueño y, por supuesto, la inigualable compañía de Cristina, Roger, Pepe y se me permite, un servidor, Antonio.