El almuerzo del sábado: risas, curvas y otoño en el aire.

Hoy, en un sábado que prometía ser uno más, nos reunimos para un almuerzo que resultó ser una oda a la camaradería y al buen humor. El otoño, con su tímida llegada, nos recibió con un fresco matutino que nos hizo dudar si habíamos salido bien equipados.

La jornada comenzó con un café y una charla animada, preludio de kilómetros.

Tras el almuerzo, las motos, nuestras fieles compañeras, esperaban pacientemente a que termináramos de llenar nuestros estómagos para llevarnos a recorrer las curvas de la carretera. Con el viento otoñal acariciando nuestros rostros, cada curva se convertía en una danza sincronizada, una coreografía improvisada que solo nosotros entendíamos.

Dos paradas en la ruta dieron lugar a divagaciones, sobre la vida, universo y todo lo demás se mezclaban con risas contagiosas. Cada comentario era una chispa que encendía nuevas carcajadas, y así, entre bromas y anécdotas, el tiempo volaba sin que nos diéramos cuenta.

Al final de la mañana lo que realmente importa no es el destino, sino el viaje y la compañía. Y hoy, la compañía fue inmejorable.

¡Salud por más almuerzos como este, donde las risas y las curvas sean siempre parte del menú!