La degradación del mercado laboral ha sido brutal. Hoy no es extraño encontrar abogados trabajando como teleoperadores, licenciados en psicología que son taxistas, o ingenieros que dan clases de matemáticas en un colegio. Trabajos que aceptan por la desesperación de tener que mantener a su familia.

Incluso vemos profesionales con una gran formación y años de experiencia asistiendo a entrevistas de trabajo en las que les ofrecen sueldos de practicante.

Buscar trabajo después de los 40 años es una verdadera humillación. Les preguntan por la edad como si fuese algo malo tener tantos años de experiencia. Y eso, si llegan a la entrevista y su currículo no se pierde entre los miles de jóvenes que postulan al mismo empleo. Y todo para que les digan que sus competencias están obsoletas, que ya no son flexibles o tienen menor capacidad de aprendizaje.

Incluso llegan a comunicarles que están sobrecualificados para el puesto, y terminan contratando a alguien con menos experiencia. Y es que para las empresas mucha preparación significa mayores sueldos que no están dispuestas a pagar. Por lo que prefieren contrar a jóvenes que se conforman con ganar lo mínimo.

Las cifras son de espanto. Después de los 40 años puedes tardar hasta 2 años en encontrar empleo. Y lo peor, después de los 40 años sólo un 30% consigue volver a estabilizarse en un empleo formal.

Los profesionales mayores de 40 años hacen todo lo posible por reinventarse, y se matriculan en diplomados, cursos y másters pero ni siquiera eso les garantiza un empleo. La universidad forma a los profesionales con tiempo obsolencia, de modo que al cabo de unos años ya nadie los quiere contratar.

Por si fuera poco, las empresas piden cada vez más títulos, diplomados, idiomas y especializaciones, pero a cambio de un pequeño aumento, que simplemente no justifica la inversión. El sistema está programado para que los profesionales vuelvan una y otra vez a la universidad, y que sigan desembolsando miles de dólares en educación durante toda su vida.

A la universidad no le conviene que el profesional se independice, a fin de que siga volviendo a sus aulas. Por tanto, ya no enseña habilidades básicas para entrar a competir con las empresas, como educación financiera, gerencia, desarrollo personal o inversiones. Al contrario, los forman para ser empleados durante toda su vida.

Ten presente que la universidad también es, a fin de cuenta, un negocio. Y a fin de maximinar sus ganancias, prepara profesionales en carreras que la sociedad no necesita. Y tantos títulos universitarios terminan devaluando la mano de obra y la experiencia.

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