Imagina estudiar duramente toda tu vida, sacrificando tu salud mental, tu físico o incluso llenándote de deudas, y todo para trabajar en un empleo que detestas, con el sueldo mínimo y sin posibilidades de superación.

Pues ese es el drama de miles de jóvenes, que se graban llorando y contando la frustación de no conseguir trabajo. Más cuando la universidad les había prometido un trabajo soñado y los alentaron a seguir su vocación, sin fijarse en el mercado laboral.

Y es hoy tener una carrera ya no es garantía de nada. Incluso los estudiantes más destacados no consiguen empleo. Hay tantos egresados que el mercado laboral está saturado. Los jóvenes tienen que soportar meses y meses de entrevistas en las que son paseados, humillados y condenados a esperar una bendita llamada. De esta manera los aburren para que terminen aceptando un trabajo mal pagado.

Y como hay tantos jóvenes en busca de empleo, las empresas simplemente contratan al más barato. Y de nada sirvieron todas esas especializaciones, cursos y diplomados. Conseguir un trabajo decente es un privilegio hoy en día. Y ni hablar de los practicantes a los que simplemente les dan una propina para sus pasajes.

El sistema está diseñado para hacerlos fallar. Por si fuera poco, los padres los apuran para elegir una carrera ni bien terminan el colegio. Ya los adolescentes no viven y esto sólo se pone peor cada año. Ahora, hasta se les exige que estudian y a la vez trabajan. Las calles llenas de jóvenes apurados por llegar de la universidad al trabajo o del trabajo a la universidad, tan cansados que parecen zombies.

Las cifras son de espanto. En Sudamerica, sólo 1 de cada 3 jóvenes logra un empleo estable. Y hay países como Perú donde sólo 1 de cada 4 jóvenes está bien empleado, o Argentina donde hablamos de 1 de cada 5.

Pero no es sólo un problema de países pobres. En Corea del Sur medio millón de graduados están desempleados. Y en Estados Unidos los desempleados suman ya 6 millones. Pero claro, son países con seguro de desempleo y ayudas sociales. Sin embargo, en el resto del mundo los jóvenes no tienen ningún apoyo para enfrentarse a un mundo cada vez más competitivo.

No obstante, aquellos que consiguen trabajo también son explotados. Y manifiestan que lo único que hacen todo el día es trabajar y casi no les queda tiempo para vestirse, bañarse o simplemente para darse un respiro. Sólo el tráfico se come 2 horas de sus vidas. Están tan estresados que sólo esperan que llegue el sábado para emborracharse y pasar el domingo durmiendo.

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