Siempre existe una razón válida para ser feliz, porque en algún lugar del mundo hay personas haciendo cosas maravillosas, y alegrarse por el bienestar ajeno es algo que no cuesta nada. Puedes sentirte feliz simplemente porque a alguien más le va bien. De este modo, siempre hay una fuente de felicidad. Ver actos generosos o disfrutar de la belleza de la vida ofrece una excusa legítima para ser feliz.

Hoy en día, tendemos a limitar nuestra felicidad, tratándola casi como si fuera el resultado de una combinación perfecta de circunstancias. Solo cuando todo sucede exactamente como queremos, creemos que tenemos permiso para ser felices. Pero si aprendes a disfrutar y alegrarte por las cosas bellas que suceden a otros, ese gozo es igualmente válido. Al hacerlo, rompes con el ciclo de egocentrismo, ese "yo, yo, yo" que predomina en la sociedad.