Los días 27 y 28 de diciembre de cada año, en Caucagua (poblado de raíces afrodescendientes enclavado en el Estado Miranda, en la región centro norte del país), el pueblo se llena de júbilo para rendir homenaje a los santos inocentes. Hombres, mujeres y niños toman las calles danzando al ritmo de parrando callejera ejecutada con instrumentos de percusión y viento. Se reinvierte el orden establecido y el “Bando” toma por asalto el poder, mandan las mujeres vestidas con atuendos de autoridad, paltó, rolo, machete, sombreros adornados con crotos y cayenas.

La noche de la víspera arranca la parranda por las calles hasta llegar donde se dará lectura al “Bando” (especie de “heraldo”). Se designan las autoridades que irán con sus respectivas funciones al mando de las parrandas el día 28. Se establece un orden jerárquico: jefe o gobernadora de la parranda, fiscales de bebida, comida y dinero, abanderados, custodios de bandera, moca (bolero con cachos), policías, verdugos, prefecto, alcalde y tanto otros ejemplos de empleados públicos.

Esta manifestación, que se recrea constantemente, ha permitido que los pobladores incidan en la organización de los núcleos de saberes con jóvenes y niños que reciben la formación indispensable para mantener en el tiempo la identidad característica de la celebración.