Aun se escucha el susurro del templario que murió por amor en este acantilado de castro urdiales! En el centro de la comarca Oriental de Cantabria, entre las puntas del Rabanal y de Catolino, en las estribaciones de la Sierra de Hoz que se bañan en las azuladas e inquietas aguas del golfo de Vizcaya, se encuentra la villa de Castro-Urdiales, uno de los puertos marineros más fotogénicos de nuestro litoral cantábrico.Castro Urdiales tiene actualmente una población de 33,109 habitantes y su municipio ocupa una superficie de 96,72 kilómetros cuadrados.La historia de esta población estuvo muy relacionada, en la antigüedad, con los pueblos cántabros de la España céltica; se ha conservado la estatua en bronce del Joven Neptuno, procedente del castro de Pico Cueto. Y después de la Pax Augusta, con la romanización, conocida como Flaviobriga, como testimonia una piedra miliar.Pero fue en la Edad Media, cuando Castro Urdiales y su puerto alcanzaron su máximo esplendor, gracias a los templarios, aunque no se hallan conservado documentos escritos que acrediten la presencia de la Orden del Temple en este lugar, porque son las evidencias y las tradiciones populares las que nos llevan a establecer unos estrechos vínculos y están ayudando a recuperar esta parte importante de su historia medieval.También son numerosas las leyendas que confirmarían la presencia de los templarios en Castro Urdiales. Como la del arca de piedra, relacionada con la iglesia de san Nicolás, o la del caballero templario que, enamorado de una bella dama y atrapado por su amor, cayó al mar por un alto acantilado, donde se dice que se sigue oyendo el susurro del Salve Regina, para mitigar su dolor.Por Castro Urdiales discurre una prolongación hacia el sur de la Agrippa, la antigua calzada romana utilizada desde la Alta Edad Media por los peregrinos jacobeos por este trazado del litoral cantábrico.