Años atrás en mi primera visita a Ecuador conocí en las playas de Salinas a Roberto, yo caminaba por el malecón con mi compañera de aquel entonces, estaba sentado con Mayra su esposa viendo el atardecer, me llamó la atención su tono de voz, hablaban del atardecer y sus colores caprichosos, le dije a mi acompañante vamos a saludar a esta pareja que serán nuestros amigos para toda la vida. Y así fue.

Desde entonces hemos tenido constante comunicación, con intermitencias y silencios, con cantos, encuentros y desencuentros, porque con los amigos es así el asunto, sino que sentido tiene que sean para toda la vida.

Cuando lo invité a hacer parte de este proyecto no lo dudó un segundo y con esmero me regaló su voz para darle vida a este poema, la misma voz que por primera vez escuché hablando de un atardecer de todos los colores.

A Roberto y Mayra mi afecto y mi gratitud por siempre.