Tecoanapa, Guerrero, 22 de diciembre de 2014. —¿Cómo expresar el dolor de una madre que lleva en su andar el peso de dos hijos desaparecidos? ¿Cómo narrar el sufrimiento de un ser que se siente derrotado cargando una montaña de amarguras en cada paso que da? ¿Cómo mitigar su pena si yo sólo le pido que me cuente su lacerante testimonio, los pormenores de su drama, la tragedia que ronda su entorno para denunciar en el mundo los horrores de un gobierno?, De pronto su dolor, su angustia, su desesperación, migra a mi pecho, revuelve mi estómago, inunda mis ojos, y de ellos brota el agua que desde hace rato a ella se le desbordó, es inevitable, casi sollozo “Yo, como mamá me arrepiento de haberlos apoyados a mis hijos, a mis niños, que fueran a esa escuela, y yo me siento culpable por apoyarlos, ahorita para el pinche gob/ para el pinche gobierno el estudio es un delito… estudiar es un delito”, Habla el dolor en una carta enviada a estudiantes de Cuajimalpa que a su vez enviaron misivas a las mamás de los desaparecidos de Tecoanapa, Gime el dolor, Culpa el dolor, Acusa el dolor, Se flagela en su discurso, su descarga es para golpearse a sí misma, Culpa a la escuela, se culpa ella toda, y busca en mí, quien la filma, la catarsis de su culpa cristiana, la purga que la limpie de sus remordimientos, yo dejo, frente a cámara, que diga todo que tiene que decir entre lágrimas que corren como animales salvajes por su rostro indígena, Lleva consigo permanentemente un trapo blanco, que imagino el sudario de la Verónica, para enjugar el torrente de su llanto que le sale desde lo más hondo de su ser, desde el abismo de su suplicio, desde el más allá de su desgracia, Y no es para menos, no podría ser menos, ella es Oliveria Parra, madre de Dorian González Parral de 19 años y Jorge Luis González Parral de 21, alumnos de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, que fueron objeto de desaparición forzada, junto con otros 41 compañeros, esa terrible noche del 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.