Micaela, desesperada por la precaria situación que está viviendo, desde que murió su esposo, decide abandonar a sus hijos, Jerónimo y Rutila. Con tan solo diez años, Jerónimo, trabaja en el mercado, ayudando a cargar, en la carretilla que le dejo su papá, las cosas que la gente compra y encomendándose siempre a San Jerónimo de Emiliani, para que no les falte ni a él, ni a su hermana, algo que comer. Al darse cuenta de la forma en la que viven, y lo abandonados que están, Cayetano y María, unos amables vecinos del pueblo, deciden ayudarles. Trinidad, encuentra a Micaela, quien sufrió un grave accidente y está al borde de la muerte en el hospital, justo antes de morir, Micaela, se despide tranquila y en paz, pues sabe que sus hijos estarán en mejores condiciones al cuidado de Cayetano y María, quienes se convierten en los padres que les hacían tanta falta.

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